domingo, 24 de enero de 2010

Restaurante A Estación

Descubrí este restaurante por medio de unos colegas con los que comparto la afición por la micología y en esta ocasión, me dispuse a repetir la impresionante experiencia acompañado de otros siete colegas.
Esta visita era la tercera que hacía a este restaurante y tiene algo de especial que no puedo dejar pasar; dicha visita fue el comienzo de mi gira por el Grupo Nove . Debo decir que aquel sábado de julio del '09 ni siquiera yo sabía que estaba emprendiendo la mencionada gira.
Algunos os estaréis preguntando; ¿que demonios es eso del Grupo Nove?. Pues bien, os lo explicaré mediante un enlace a un artículo que se publicó en blog del señor Manoel Foucellas; Pantagruel Supongo. Dicho enlace es el siguiente:
http://www.pantagruelsupongo.com/2009/12/los-lectores-opinan-un-viaje-al-grupo.html

Bueno, como iba diciendo, esta era mi tercera vez en A Estación. Este local se encuentra en Cambre y, como su nombre indica, está ubicado una antigua cantina de RENFE, con gran aprovechamiento del edificio, que cuenta con una bonísima y original decoración tanto en el exterior, como en el interior. El hall de la entrada, con una pequeña barra, acoge a los clientes con un ambiente un tanto particular, ese ambiente que hace revolotear mariposas en los estómagos de los asistentes. Si miras a tu derecha observas algún que otro libro de temática culinaria y si miras a la izquierda ves el ventanal que da a la cocina y por el cual observas y eres observado por el personal de la cocina.

Y, ya que hablamos de la cocina, la misma está dirigida por un magnífico tándem de chefs: Xoán Manuel Crujeiras y Beatriz Sotelo, galardonada con el premio de "Cocinero del año". Junto con el servicio en sala nos ofrecen un equipo que destila encanto y profesionalidad.

Una vez pasas al comedor aprecias una agradable sensación de comodidad e intimidad, en parte por su perfecta y tenue iluminación. Otro detalle más de mi agrado. El comedor para fumadores se encuentra al fondo en una estancia bien diferenciada, incluso en los muebles y con un techo a una altura tal, que un no fumador no estaría especialmente incómodo. En esta ocasión optamos por el de no fumadores. La acústica es buen a en todo el local, con una selección musical de agradecer. Además cuentan con una terraza que abre solamente en temporada, la cual todavía no probé.

Las mesas nos aguardaban con unas hojas que mostraban el menú el menú degustación. Este lo modifican mensualmente y está sujeto a mercado, del mismo modo que la carta. El precio por aquel entonces creo recordar que era de unos 46 euros y consta de unos 7-8 platos incluyendo postres y aperitivos. Además suele venir anexo un vino recomendado.

Como ocurre en la mayoría de los restaurantes, el menú degustación sólo se sirve a mesas completas y, habiendo desacuerdo, pedimos por carta. Esta última, por cierto, es muy completa y está muy bien presentada.
Con todo y con eso escogimos unos entrantes de lo más clásico:

2 de empanada de xoubas, muy rica.
2 de longueiróns con salsa de cítricos.
2 de pulpo a la brasa.
Y 2 de croquetas.

Especial mención merecen el pulpo y los longueirones, que alardeaban de la enorme calidad del producto y de unos puntos de cocción ideales.

Para los segundos muchos se decantaron por un rape a la plancha con láminas de pulpo. Otros lo hicieron por un arroz caldoso con bogabante que parecía tener un punto perfecto, pese a no ser considerado este restaurante "de arroces".
El rape tenía una pinta estupenda; buena presentación exhibiendo corte.
Un servidor escogió las carrilleras de ternera y no me arrepentí. Es más a fecha de hoy mantengo que son las más ricas que probé hasta el momento. El plato era sublime; contundencia y con un punto EXACTO.


De la extensa carta de vinos, escogimos dos botellas de Pago de Capellanes magnun (muy bien de precio) y una de Viña Mein. Dos grandes conocidas de parte del personal que compartíamos mesa. Buen servicio, con la temperatura de los caldos correcta y en unas buenas copas. Tambien el resto del menage es sin duda de calidad.

Seis de los comensales nos atrevimos con los postres, que estaban realmente buenos. La carta de postres sigue en la misma linea de variedad y es ciertamente completa y, aunque no son baratos, bien merecen la pena. También nos encontramos con la carta de aguas y vinos dulces bien completita (estos apuntan alto, pensé).
En fin, sumando cafés aguas y licores, la factura ascendió casi hasta los 65 euros per cápita. Satisfacción general de todos los asistentes incluyendo a mi mismo en esta ocasión sin aven-turarme por el menú degustación.

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